La muestra Del Quijote a Harry Potter, 400 años de literatura fantástica que se exhibe en la Casa-Museo León y Castillo hasta el día 27 de mayo, reúne un centenar de singulares marca páginas pertenecientes a la colección particular de Fefé Almeida. La exposición, que permite apreciar la creatividad de los diseñadores gráficos a través de estas funcionales piezas realizadas con diversos materiales, también nos recuerda la vigencia de dos títulos bien distintos que coexisten ahora y que han marcado un tiempo en el contexto de la historia de la literatura de masas. La aruquense Fefé Almeida colecciona marcapáginas de libros desde hace 20 años. En sus frecuentes viajes al extranjero fue acopiando estas útiles piezas que a menudo engullen los libros permitiéndonos recordar en qué página se ha detenido nuestra lectura, movida fundamentalmente por su afecto a la lectura. “Me considero antes que coleccionista una apasionada lectora”, puntualiza Almeida, que además confiesa que utiliza los marca páginas porque “he odiado toda mi vida doblar una página para estropear un libro”. UN VALIOSO EJEMPLAR DE 1880 Aún conserva el primer marcador que tuvo, un regalo que una amiga le brindó hace 30 años que hace referencia a Johannes Strauss, y que ha cosido en varias ocasiones para curar su deterioro. Su colección está integrada por 70 mil unidades de lugares como Australia, India, China, Sudáfrica, Europa o Latinoamérica, de las que dos mil referencias están vinculadas al arte, una de sus debilidades. Su catalogación la ha efectuado por países, editoriales, temáticas y materiales, ya que en los últimos años la manufacturación de estos objetos permite desde la utilización del metal a la madera, pasando por el cuero y la incorporación a su diseño de diminutas pilas que alimentan la fuente de luz para lectura nocturna. “Muchos de ellos poseen un valor sentimental y están asociados a alguna circunstancia personal”, añade Fefé Almeida, que destaca el valor que para ella tiene un antiguo ejemplar de su colección realizado en seda fechado en 1880. La coleccionista que ahora está jubilada y antes se dedicada al comercio, ha visto en estas dos décadas cómo se han transformado estos funcionales artículos con diseños cada vez más atractivos y sofisticados, ligados al marketing editorial y corporativo y al producto de consumo masivo en grandes superficies, librerías, museos y centros de arte, entre otros espacios. Betancor recuerda que el marcapáginas nació en los monasterios de la Edad Media, usados por los monjes para identificar las líneas de lectura de los códices cristianos. FUNCIONALIDAD Y VALOR ARTÍSTICO. Según la coleccionista “los marcadores de libros presentan un doble aspecto: el de su funcionalidad y el artístico. Han pasado a ser objetos complementarios de la obra para convertirse en la actualidad en un medio más de comunicación publicitaria”. Frecuentemente intercambia sus marcapáginas con asociaciones de coleccionistas de España y del resto del mundo. Lo que tiene claro es que “jamás venderé mi colección. No tiene precio. Cuando ya no pueda hacerme cargo de ella la donaré”, admite Almeida, quien señala que “Canarias lamentablemente no es una región en la que se editen muchos marcalibros. La comunidad que más edita es Cataluña, que mantiene una fuerte tradición librera y editorial en España. Francia y el Reino Unido son los dos países europeos que están a la cabeza en la edición de estos productos”, añade la coleccionista aruquense. Se considera una lectora abierta capaz de adaptarse a los nuevos tiempos y las nuevas tecnologías. Quizás por ello no rechaza frontalmente el libro electrónico. Al contrario, tiene muchos y posee un Ipad, si bien estima que “nunca este tipo de recurso, por muy práctico que sea, llegará a sustituir al libro tradicional porque el público seguirá admirando con su tacto la vida que hay detrás de un libro, desde su olor al gramaje y color de sus páginas”. |
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